ASAMBLEA


Mei Morán

Algunos descansan del largo viaje en el humedal cercano, otros echan una cabezada en los nudos de los árboles. A la caída de la tarde, cuando la niebla enmaraña el valle, los ancianos, alrededor del fuego de los elfos, debaten sobre el futuro del bosque, embriagados por el cóctel de asperula olorosa, que han traído las hadas. Los duendes saltarines y los trastolillos entretenidos con las libélulas, se enredan con las raíces de los árboles. Con una alegría efervescente juegan a desatarse, hasta darse de bruces y desternillarse de risa. Cuando llegan los lutines, koboldes y goblines del norte deciden empezar. Faltan los trasgos que tienen su propio ritmo y nadie se lo tiene a mal. La conferencia de los gnomos es soporífera. Los oyentes más jóvenes se duermen. A veces, por un instante, escuchan y se cercioran de que lo que dicen sigue sin ser importante. Durante la velada observan inquietos los claros del bosque, los riachuelos, los regatos. Ninguno se atreve a nombrarlas pero sienten un cosquilleo al pensar que las ninfas y las xanas bajarán por el arroyo desde el manantial y, vestidas de agua, alborotarán la fiesta, prevista para la medianoche. 

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