LATIDOS EN EL AGUA

Laly del Blanco Tejerina
Cae la tarde.
En el embalse, una lámina de olvido se extiende sobre el agua; mientras allá, en el fondo, se deslizan las sombras de un pueblo fantasma.
Veo labriegos con sus vacas tirando de carros por caminos polvorientos, niños jugando ante la escuela ajenos a la charla del cura y el maestro.
Los abuelos dormitan a la sombra de la iglesia. Un perro ladra. Hay humo en algunas chimeneas y un beso furtivo tras una puerta.
Dos mujeres lavan en el rio mientras sus hijas cogen moras en las zarzas.
Veo mezclarse el color del trigo y las cerezas con el verde de los campos, formando una estela de colores que se derrama por el agua.
La cigüeña emprende el vuelo, arrastrando con ella el eco de unas campanadas, un rezo y el suave canto de una nana.
Este baile de sombras, ecos y colores viene de ese pueblo que un día aparecía en un mapa, antes de que su valle perteneciera al agua.
Aquí el tiempo se detuvo, hasta el silencio guardó silencio. Ahora es historia sumergida que solo existe en la memoria de las almas.
Bajo el embalse aún hay vida. Siento sus latidos en el agua.

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