VIVIR PROFUNDAMENTE

Miguelángel Flores

En esta comarca somos muy tozudos. Cuando las autoridades competentes decidieron convertir el valle en un pantano, la mayoría nos negamos en redondo; los más tercos, en cuadrado. Llegado el día, nos encerramos en nuestras casas y de ahí no nos movimos. Los encargados de inundarlo todo dijeron: vosotros mismos, cabezotas, que es que no hay quien pueda. Y hasta ahora. Al principio nos costó adaptarnos; en el fondo nos faltaba el aire, más que nada. Pero a todo se acostumbra uno. Ahora vamos a trabajar en autobús hundido o nadando, según. Y, eso sí, cocinamos como siempre. Porque sí se puede hacer fuego dentro del agua. Era solo una leyenda urbana, una verdad no cierta que nadie comprobó. Menudas barbacoas y fogatas hacemos en medio del campo sin miedo a que se extiendan. Hasta los niños llevan mechero si quieren. Y lo mismo que antes íbamos al río a mojarnos, ahora vamos a la montaña a secarnos. Y pasamos el día escurridos, haciéndonos peinados, jugando a la pelota, que allí no flota, y cosas así. Desde entonces, para la gente seca esto es el Pantano del Valle, pero nosotros, testarudos, le seguimos llamando Valle del Agua. Y ahora más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario